Desarrollo económico de Singapur vs Colombia

Singapur vs Colombia y los pilares claves para el éxito en el desarrollo económico (parte 1)

En días recientes tuve la oportunidad de ser parte de la misión internacional de la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol) que viajó a Singapur para conocer de primera mano la forma en que opera la emblemática ciudad-Estado del sureste asiático. La historia del rápido y eficiente desarrollo económico de esta nación es maravillosa y sorprendente a la vez.

Singapur, cuya área total es inferior a la del Distrito Capital de Bogotá, se convirtió en república hace apenas 50 años, en un momento en el que su nivel de desarrollo social y económico era comparable al que hoy se observa en el puerto de Buenaventura. Ubicada en el extremo sur de la península de Malasia, su territorio se caracteriza por la total carencia de recursos naturales.

En apenas medio siglo, Singapur pasó de ser un Estado fallido a convertirse en el tercer país del mundo en términos de su producto interno bruto per cápita. Con poco más de 5 millones de habitantes, exporta cerca de 500.000 millones de dólares al año. Esta métrica sugiere que un singapurense es 100 veces más productivo que un colombiano. La también llamada ciudad de los leones exhibe hoy en día indicadores de bienestar social del primer mundo con un desempleo inferior al 1,5 % y una tasa de mortalidad materna de menos de 10 casos por cada 100.000 nacimientos. Según reportes del Banco Mundial, Singapur es un país 100 % libre de homicidios intencionales y la cobertura de sus sistemas de distribución de agua potable y saneamiento básico llega a toda la población. Ocupa además el segundo puesto entre 65 naciones en las Pruebas Pisa que miden la calidad de la educación pública (Colombia alcanza el lugar 62).

El camino seguido para lograr tal progreso en tan corto tiempo será objeto de varias ediciones de esta columna y empieza por la combinación de los siguientes factores: 1) entrenamiento y capacitación de la fuerza laboral, 2) posicionamiento económico estratégico, 3) planeación de largo plazo.

El primer punto hace referencia no solo al acceso universal a una educación de calidad, sino también a la pertinencia de la misma. La oferta académica en términos de disciplinas y ciclos propedéuticos debe responder a las necesidades del sector real y no solo a las preferencias de quienes conformamos el mundo educativo. El segundo punto pretende enfatizar que no todos podemos hacer lo mismo y que el país debe tener sectores económicos prioritarios con beneficios e incentivos particulares, según las oportunidades específicas que se deriven de nuestras realidades. Esto también significa que sectores improductivos deben ser abandonados.

El tercer y último punto nos muestra que sin una visión de Estado de largo plazo resulta imposible avanzar. Debemos tener acuerdos que no cambien en el tiempo y para los cuales las diferencias ideológicas de gobiernos de turno no impliquen abandonar el concepto de construir sobre lo construido. En este mismo tema se destaca que los objetivos de largo plazo deben incluir metas volantes y que existen etapas para alcanzarlos. Por ejemplo, no se puede hablar de era digital sin haber alfabetizado a la población.

Dejando de lado las discusiones interminables sobre preferencias, creencias e ideologías que podrían derivarse de lo aquí escrito, la principal lección que me dejó Singapur es que sus ciudadanos se saltan y evitan tales debates para concentrarse en las acciones que llevan a resultados reales, concretos y medibles. Me enseñaron también que el desarrollo de Colombia debe ser posible y que estamos en mucha mejor condición que cuando ellos empezaron. Quizás el primer paso a dar es aprender a hablar menos mientras hacemos más.

Publicado en El Tiempo.com

Eduardo Behrentz